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Caso Panamá: EE.UU. debería superar su nostalgia de patio trasero
Buque de carga navegando en el Canal de Panamá, 28 de agosto del 2024. (Foto: Xinhua/ Li Muzi)
Este domingo, el presidente paname?o, José Molino, emitió un comunicado en un video publicado en las redes sociales: Cada metro cuadrado del Canal de Panamá y su área adyacente pertenecen a Panamá y lo seguirán siendo, y "la soberanía e independencia de nuestro país no son negociables". Estas declaraciones fueron en respuesta a los comentarios hechos el día anterior por el presidente electo de Estados Unidos, quien calificó al Canal de Panamá como "un Activo Nacional VITAL para Estados Unidos", amenazando con retomar el canal, alegando los "precios exorbitantes" que le cobran a los barcos estadounidenses. Si la lógica es que cualquiera que considere un canal como vital se considera con el derecho a reclamarlo, ? En un mundo así, qué sentido tendría el derecho internacional, la soberanía y la integridad territorial?
En 1977, los EE.UU. y Panamá firmaron el Tratado del Canal de Panamá y el Tratado de Neutralidad, que especificaba que el canal sería entregado a Panamá el 31 de diciembre de 1999, y todas las fuerzas militares de los EE.UU. se retirarían de Panamá y solo Panamá operaría y mantendría fuerzas militares, sitios de defensa e instalaciones militares dentro de su territorio nacional.
“Este resultado fue difícil de conseguir. El pueblo de Panamá libró una larga e inflexible batalla para revocar los tratados desiguales del pasado y reclamar la soberanía sobre la Zona del Canal”, destacó Pan Deng, director del Centro de Derecho de América Latina y el Caribe de la Universidad de Ciencias Políticas y Derecho de China.
Pan también insistió en que los paname?os pagaron un alto precio por esta victoria, que estaba profundamente ligada a su soberanía nacional y a su sentimiento nacional. Por lo tanto, es impensable que Estados Unidos pueda revertir este resultado de hoy.
?Por qué el Canal de Panamá? El Canal no solo es un paso crucial para que los barcos estadounidenses transporten mercancías hacia otras partes del mundo, sino que también garantiza que la Marina de los Estados Unidos pueda cruzar rápidamente entre los océanos Atlántico y Pacífico en caso de emergencia. La frase "precios exorbitantes" para los barcos estadounidenses suena más como una excusa. Detrás de esta retórica se esconde el deseo más profundo: controlar las rutas marítimas mundiales cruciales, los cuellos de botella y las cadenas de suministro.
Sin embargo, el control que busca Estados Unidos ha despertado alarmas y malestar entre los países latinoamericanos, y la respuesta directa de Panamá es un claro ejemplo. Como dice un dicho mexicano: "Tan lejos de Dios, tan cerca de Estados Unidos". Los países latinoamericanos se han dado cuenta desde hace mucho tiempo de que Estados Unidos los ve simplemente como vasallos y proveedores de recursos, mientras ignora sus derechos y dignidad como estados soberanos e independientes.
Durante algún tiempo, Estados Unidos ha lamentado a menudo su menguante influencia en América Latina. La causa fundamental radica en su arrogancia, que considera a la región como su "patio trasero" y descuida las necesidades de desarrollo de los países de la región durante demasiado tiempo. Como se?ala un artículo de Foreign Policy titulado "Lo que China hizo bien en América Latina", China ha aportado recursos reales para abordar las oportunidades de desarrollo que han faltado durante mucho tiempo en la región, y que Estados Unidos no ha reconocido durante décadas.
Estamos en la tercera década del siglo XXI y vale la pena reflexionar sobre las opiniones compartidas por la revista Foreign Policy. Estados Unidos sigue profundamente inmerso en la nostalgia de su patio trasero Sin embargo, América Latina no es el territorio o el patio trasero de Estados Unidos, ni es la "América Latina" de Estados Unidos. Es una región de países soberanos, con derecho a salvaguardar su autodeterminación, buscar el desarrollo y participar en una cooperación independiente con cualquier otro país.
A lo que Panamá nunca renunciará es al respeto a su soberanía, y a defender un orden internacional más justo y equitativo.